martes, 4 de marzo de 2014

ARJONILLEROS DE LA QUINTA DE 1965


     La fotografía que hoy se publica nos trae un tema nuevo que hasta la presente no hemos tratado en este blog a pesar de corresponderse con una costumbre muy arraigada en nuestro pueblo al igual que en cualquier otro de la geografía nacional en el pasado siglo XX, se trata de un grupo de jóvenes de quinta o reemplazo.
     Como recordarán los que tengan cumplidos ya algunas décadas, los jóvenes de sexo masculino cuando les llegaba la hora de ser llamados para incorporarse al ejército, previamente eran llamados al Ayuntamiento para proceder a su tallaje. Al grupo se le llamaba quinta, nombre que le viene de la obligación de ser militar que impuso el rey Juan II de Castilla durante su reinado (1406-1454), según la cual uno de cada cinco varones debía servir al ejército. Esta medida luego fue retomada por Felipe V.
     Los jóvenes o mozos como también se les denominaba, al cumplir cierta edad, eran citados un domingo por la mañana al Ayuntamiento para proceder a su tallaje. Con la presencia del alcalde, un administrativo del Ayuntamiento y el médico, se medía la altura del joven y su peso. También se le preguntaba si tenía algo que alegar, es decir si cumplía algún requisito que le permitiese librarse de realizar el servicio militar obligatorio. Eran motivos para ello el ser hijo de viuda pobre, corto de vista, pies planos o tener un hermano en la mili. Si el joven contestaba que no tenía nada que alegar, el funcionario o el alcalde decían en voz alta: "útil para el servicio". En caso de presentar alguna alegación se tomaba nota y se dejaba para resolución posterior en la Caja de Reclutas donde había que presentar justificante de la alegación presentada.
     El grupo de jóvenes que eran citados para ese acto constituían la quinta de ese año en el que habían sido llamados y eso suponía tener un lazo de unión para siempre, basada fundamentalmente en una buena amistad. La expresión ese es "quinto mío" que era entonces frecuente, suponía manifestar ese importante lazo que le unía a la otra persona. Finalizado el acto en el Ayuntamiento los jóvenes unidos en grupo y bien vestidos con traje, daban paseos por el pueblo para manifestar que habían sido llamados ya a filas y habían acudido al acto de la talla. A veces llevaban pancartas, comida y sobre todo bebida. En mis tiempos era costumbre juntarse todos en un salón y realizar un almuerzo juntos, como en mi caso en el que fuimos a comer al bar de Antonio y Rosario.
     Los últimos años en que se llevó a cabo este acto las costumbres estaban cambiando y por desgracia como en otros muchos casos, degenerando. La costumbre comenzó con la pintura con cal del nombre de cada uno de los jóvenes en la puerta de su casa, lo cual no estaba mal. Pero en algunas ocasiones esas pinturas se extralimitaron hacia personas ajenas a esa fiesta y deteriorando también parte del mobiliario urbano.
     El último alistamiento obligatorio se produjo en 1999 y la última quinta fue la del 82. Unos años antes, en 1973,  me había correspondido a mí vivir esta experiencia que entre los jóvenes era bienvenida. Lo peor era el posterior sorteo y la incorporación al servicio militar, en mi caso, quince meses de pérdida de formación o de retraso en la incorporación al mundo del trabajo.
     La imagen posterior está formada por un grupo de jóvenes pertenecientes a la quinta del 65 que posan sobre una especie de carruaje o diligencia que era tirada por animales y se encontraba en un corral situado en la calle Antonio de Jaén, por aquel entonces Erillas, y que era propiedad de la familia Chacón.
 

 

 
      De abajo arriba y de izquierda a derecha:
 
     - Bernardo Carmona Hernández y Juan Rueda Nevado
 
     - Juan Bueno Castro, Miguel Bejarano Albín y Adolfo Gallego   López
 
     - Pedro Chacón Rueda
 
     - Luis Rodríguez Zafra, Pedro Lara Carmona y José Peña Cledera
 
     - Francisco González Carmona